Iglesia Parroquial de Campuzano
EDIFICACIÓN RELIGIOSA
Iglesia Parroquial de Campuzano
Plaza Ricardo Lorenzo
El edificio parroquial de Campuzano fue la primera oportunidad de Ricardo Lorenzo de proyectar un edificio público. Bien es cierto que algunas de sus intervenciones residenciales ya habían explorado la capacidad de moldear la ciudad a partir de un solo edificio, pero en este caso se trató de una propuesta especialmente compleja. La intervención llega para sustituir otra prevista por el arquitecto municipal, de corte historicista. El cambio de criterio viene de la mano de un nuevo párroco que llega al barrio después de cierta conflictividad social.
Así que el arquitecto no se somete a ninguna preexistencia. El proyecto anterior es completamente descartado, y solo una extraña geometría parcelaria condicionará los trabajos, en un entorno de casas bajas sin cualidades destacables.
Paradójicamente, la organicidad que Lorenzo imprime al proyecto no es más que una acertada lectura de ese condicionante inicialmente negativo, tanto de parcela como de entorno. Una línea curva discontinua, que aprovecha el contorno de la parcela existente, delimita el espacio sagrado, que luego será distribuido funcionalmente en su interior. De este modo, el aspecto exterior cobra una pureza inesperada, totalmente blanco, sólo perturbado por el hueco de acceso, camuflado como una fisura en el volumen, huyendo de una gran portalada como era tradicional en una iglesia. Esa llaga en el lienzo exterior aparece señalada por una cruz triple que, lejos de la monumentalidad, bebe más de la domesticidad, de ese carácter de parroquia de “pueblo urbano” que tiene el edificio, haciendo incluso las veces de campanario.
La plasticidad de los gestos, tanto el blanco prístino exterior, como la parte elevada que marca el altar a lo cual se suma, por supuesto, la masividad de la cubierta que “pesa” sobre el conjunto, recuerda irremediablemente al Ronchamp lecorbusieriano. Sin embargo, allí donde aquel espacio pasivo vibraba con el paso de la luz a lo largo del día, aquí el espacio se dinamiza, generando la ascensión vinculada a la espiritualidad buscada en el interior. El exterior, lejos de posarse como una escultura estática como el caso referido, responde orgánicamente, no solo a la geometría de la parcela inicial, sino al entorno edificado: las curvas de los volúmenes exteriores, y sus maclas consecutivas, responden magníficamente al entorno viario, rodeado de pequeñas casas.
El remate singular en altura hace una referencia historicista a lo medieval, antes del Humanismo italiano, cuando aún el baptisterio era una pieza singular, con entidad propia. En este caso, ese baptisterio es un círculo perfecto dentro de un área de jardín interior cerrado (Hortus Conclusus, otra referencia medievalizante), que suaviza la potencia volumétrica exterior, hasta hacerla doméstica y asequible en el interior. Por fin, la nave principal del templo, una elipse gobernada por su eje transversal que, acercando el altar a los fieles, aproxima conceptos y espacios, permitiendo una multiplicidad de ubicaciones y visuales.
En definitiva, una pieza pequeña, pero magistral a la hora de grabar una muesca en el recorrido evolutivo histórico de la iglesia como tipología, sumando desde las catacumbas paleocristianas hasta los usos y espacios medievales, agrupando ese conocimiento con las premisas más contemporáneas del uso de nuevos materiales y de la conceptualidad volumétrica en la arquitectura.
18/06/2019
RESEÑA: Emilio Carreño García
El edificio parroquial de Campuzano fue la primera oportunidad de Ricardo Lorenzo de proyectar un edificio público. Bien es cierto que algunas de sus intervenciones residenciales ya habían explorado la capacidad de moldear la ciudad a partir de un solo edificio, pero en este caso se trató de una propuesta especialmente compleja. La intervención llega para sustituir otra prevista por el arquitecto municipal, de corte historicista. El cambio de criterio viene de la mano de un nuevo párroco que llega al barrio después de cierta conflictividad social.
Así que el arquitecto no se somete a ninguna preexistencia. El proyecto anterior es completamente descartado, y solo una extraña geometría parcelaria condicionará los trabajos, en un entorno de casas bajas sin cualidades destacables. Paradójicamente, la organicidad que Lorenzo imprime al proyecto no es más que una acertada lectura de ese condicionante inicialmente negativo, tanto de parcela como de entorno. Una línea curva discontinua, que aprovecha el contorno de la parcela existente, delimita el espacio sagrado, que luego será distribuido funcionalmente en su interior. De este modo, el aspecto exterior cobra una pureza inesperada, totalmente blanco, sólo perturbado por el hueco de acceso, camuflado como una fisura en el volumen, huyendo de una gran portalada como era tradicional en una iglesia. Esa llaga en el lienzo exterior aparece señalada por una cruz triple que, lejos de la monumentalidad, bebe más de la domesticidad, de ese carácter de parroquia de «pueblo urbano» que tiene el edificio, haciendo incluso las veces de campanario.
La plasticidad de los gestos, tanto el blanco prístino exterior, como la parte elevada que marca el altar a lo cual se suma, por supuesto, la masividad de la cubierta que «pesa» sobre el conjunto, recuerda irremediablemente al Ronchamp lecorbusieriano. Sin embargo, allí donde aquel espacio pasivo vibraba con el paso de la luz a lo largo del día, aquí el espacio se dinamiza, generando la ascensión vinculada a la espiritualidad buscada en el interior. El exterior, lejos de posarse como una escultura estática como el caso referido, responde orgánicamente, no solo a la geometría de la parcela inicial, sino al entorno edificado: las curvas de los volúmenes exteriores, y sus maclas consecutivas, responden magníficamente al entorno viario, rodeado de pequeñas casas.
El remate singular en altura hace una referencia historicista a lo medieval, antes del Humanismo italiano, cuando aún el baptisterio era una pieza singular, con entidad propia. En este caso, ese baptisterio es un círculo perfecto dentro de un área de jardín interior cerrado (Hortus Conclusus, otra referencia medievalizante), que suaviza la potencia volumétrica exterior, hasta hacerla doméstica y asequible en el interior. Por fin, la nave principal del templo, una elipse gobernada por su eje transversal que, acercando el altar a los fieles, aproxima conceptos y espacios, permitiendo una multiplicidad de ubicaciones y visuales.
En definitiva, una pieza pequeña, pero magistral a la hora de grabar una muesca en el recorrido evolutivo histórico de la iglesia como tipología, sumando desde las catacumbas paleocristianas hasta los usos y espacios medievales, agrupando ese conocimiento con las premisas más contemporáneas del uso de nuevos materiales y de la conceptualidad volumétrica en la arquitectura.
19/03/2018
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Porras, Fernando y Soriano, Federico (1990). » Ricardo Lorenzo 1927-89″. Colegio Oficial de Arquitectos de Cantabria, Cantabria, Circus.
Campuzano, Enrique y Alonso, Luis Alberto (2007): «Iglesias de Torrelavega. Una arquitectura moderna», Torrelavega, Consejería de Cultura, Turismo y Deporte del Gobierno de Cantabria.
Fuente López, José Ramón (2010): «Iglesia de Campuzano». «Equipamientos I. Lugares públicos y nuevos programas. Registro DOCOMOMO Ibérico, 1925-1965», Barcelona, Fundación Caja de Arquitectos, pg. 129
fundación do.co,mo.mo_ibérico (2013). Disponible en: http://docomomoiberico.com/index.php?option=com_k2&view=item&id=749:iglesia-de-campuzano&lang=es