Cementerio de Comillas

EDIFICACIÓN RELIGIOSA

Paseo las Paserucas, 25. Comillas

Luis Domenech y Montaner

Antonio Lopez/1895

Ana María de la Lastra Valdor

A finales del siglo XIX era necesario ampliar el cementerio de la villa que estaba situado en un lugar estratégico frente al mar sobre un montículo no muy lejos del puerto, bordeando la antigua iglesia. Esta iglesia parroquial estaba abandonada ya en el siglo XVI tras la construcción del nuevo templo en el centro de la villa. La afluencia de difuntos oriundos del lugar, enriquecidos a la sombra de Antonio Lopez, iba tomando proporciones imprevistas. Pero sobre todo era necesario enterrar a Piélago – Joaquín de Piélago.

En el cementerio, Domenech, eleva el lugar a la categoría de monumento. Potencia escenográficamente la ruina, la profana abriendo dos arcos de medio punto para comunicar los nuevos espacios guardándola en el centro, y la realza situando en el contrafuerte más sólido que quedaba la monumental escultura del Angel Guardián de Llimona. El muro de cerramiento la asienta marcando un ritmo asimétrico que viene dado por la pendiente del sitio, ritmo que refuerza mediante contrafuertes rematados por pináculos y cruces. Con una mínima actuación logra un máximo de comunicación. Hoy diríamos que se trata de una obra «Minimalista» por el carácter reduccionista que tiene esta audaz intervención. En un deseo de expresar la sensación de lo eterno, la calma solemne y ambivalente del ángel posado como un pájaro, pero también de lo caduco a través de la constante presencia de la ruina – imagen romántica por excelencia – el arquitecto logra crear un escenario muy digno del «Walhalla».

En el interior, el propio Domenech construye el Panteón de la familia Pielago, en el que la lápida se desplaza sobre una ola retorcida por el latiguillo modernista, y donde la blancura mate del mármol refuerza el clarouscurismo de la escultura funeraria modernista y finisecular.

Las diferentes lecturas que se han realizado de este proyecto de reforma en un edificio preexistente, desde el tratamiento de la ruina con una actitud romántica, el diálogo con el paisaje excepcional, el simbolismo de la muerte, la relación entre escultura y arquitectura, etc, convierten esta obra de Lluis Doménech en un referente de modernidad, en un paradigma de las intervenciones arquitectónicas en construcciones históricas, incidiendo en su potencial para cualificar un lugar y su entorno natural. Valores entre otros que han merecido la declaración en 1983 de Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento.

08/03/2022

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