CASA EN SOMO, RIBAMONTÁN AL MAR
Una solución ética y estética.
Perez Pita y Junquera realizan en esta casa de Santander un trabajo verdaderamente logrado de actualizar los invariantes tipológicos de la arquitectura montañesa referidos a nuestro tiempo y espacio – cultural y tecnológico.
La primera referencia inexcusable debe hacerse al carácter emblemático con el que el edificio opera en el entorno. Por un lado y respecto al paisaje como un patrón de medida que por su sola presencia hiciera el suelo más suave y verde, el cielo más brillante y azul o el mar más profundo y oscuro. Por otro lado y referido a su dimensión antropológica, denotando en su escala, la tradición de vivienda patriarcal vinculada a la explotación intensiva del suelo de origen, sobre todo, septentrional. Tipología que, por otra parte, responde a medios ambientes de paisajes blandos, ricos en planos intermedios y muy cromáticos en los que no sólo es preciso acotar un perímetro espacial más próximo (propio de tipologías de secano y mediterráneas), sino que optan por respuesta formales muy voluntariosas, volumen y formas simples como un otero hacia el medio natural ante el cual no son precisos elementos intermedios.
La secuencia de acceso responde también a un sencillo ceremonial de percepción. Desde la visión lejana del horizonte y este cubo operando en él como un eje de giro, hasta el paso de la entrada en la casa, se produce una gradual ocultación de la escena total para volver a descubrirla, esta vez domesticada y amable desde el interior de la casa.
El resto es un complejo sistema arquitectónico que se percibe superpuesto al espacio dentro del espacio o de la casa dentro de la casa. El tiempo, como dimensión añadida, enriquece la experiencia de esta arquitectura en todas las secuencias de percepción fuera-dentro, dentro o dentro-fuera.
La tectónica con que se trata, por otra parte, estas mismas relaciones producen un vigoroso efecto de haz y envés. El exterior en proceso de meteorización y envejecimiento iniciado en el propio proyecto a través de la textura del hormigón y revocos se plantea como un contraste decidido y sorprendente con la tectónica interna exquisita y brillante, tanto en acabados como en su propio concepto. El resultado responde con naturalidad a la dialéctica entre la arquitectura como resultado de un problema ético y la arquitectura como un problema estético.
Los componentes conceptuales y existenciales de la expresión cultural se recogen con liberalidad en el proyecto. El clasicismo estructurante emerge en el ángulo de doble altura abierta al paisaje y se cubre con temas sectoriales, incluso efímeros culturalmente (placado de azulejos, cornisa y junta de hormigonado de trazado quebrado, etc.), lenguajes que expresan la aceptación de un modelo de verdad arquitectónico en continua búsqueda, a la vez que afirman los valores de una fruición existencial en la proyectación. Aquellos para vitalizar la tradición y atemporizar el resultado. Los otros para anclarlo en el espacio y tiempo físico y cultural que nos toca vivir.
Finalmente y como sustantivo del trabajo de Junquera y Pérez Pita debo destacar un vigoroso lenguaje formal expresado en todos los elementos, desde las proporciones y situación en planos inmuebles (estructura, cerramientos), hasta gruesos, dimensiones, etc., de los elementos muebles y la unión o el paso de unos a otros ejercida con magistral naturalidad.
Andrés Perea Ortega.
Revista El Croquis nº13 1983