Semblanza de la vida y obra del arquitecto Deogracias Mariano de la Lastra López, Santander 1889-1955
Breve semblanza de la vida y obra del arquitecto Deogracias Mariano de la Lastra López, Santander 1889 – 1955
PRESENTACIÓN
Deogracias Mariano de la Lastra López nació en Santander en 1889, hijo de Bernardina y Domingo, maestro cantero de origen trasmerano que tenía un taller de piedra y mármol en la calle Perines. Fue el mayor de los seis hijos del matrimonio. Su biografía y su obra, como la de tantos otros españoles de esa época, estuvo profundamente marcada por las circunstancias históricas y sociales que sucedieron a lo largo de su vida.
De joven fue aprendiz en la cantería de su padre, donde aprendió el oficio y la jerga de los canteros, la pantoja. Continúa sus estudios por el consejo de su maestro de Escuela, que recomienda a su padre que nos los abandone, aunque inicia más tarde de lo habitual su formación académica, obteniendo el título de Arquitecto en la Escuela de Arquitectura de Madrid en 1918.
A su vuelta a Santander se casó con Cecilia Santos en el año 1919, con quien tendría ocho hijos. Residirá permanentemente en Santander –exceptuando los años de exilio en Francia-. Tuvo su estudio de arquitecto en la calle Fernández de Isla nº 9.
Comenzó el ejercicio de la profesión colaborando durante varios años con Eloy Martínez del Valle, arquitecto santanderino con el que su padre había colaborado en varias obras, compaginando esta labor con algunos proyectos propios. Su llegada a Santander coincidió con la muerte del arquitecto castreño Leonardo Rucabado, recibiendo la encomienda de dirigir y finalizar varias de sus obras póstumas e inconclusas, como el Museo de Bellas Artes de Santander, y la Iglesia de San Vicente con el Asilo de San José en Los Corrales de Buelna.
PRIMER PERIODO
En su trayectoria arquitectónica se pueden identificar diversos periodos que señalan su evolución profesional. Se puede establecer un primer periodo que comienza tras terminar sus estudios en 1918, caracterizado por un eclecticismo de corte clasicista, propio de su formación académica, que derivará rápidamente hacia el estilo regionalista siguiendo los postulados propuestos por Leonardo Rucabado. Su honda raigambre en lo montañés le proporcionaría un profundo conocimiento de la arquitectura y gran afecto por lo local que demostró a lo largo de toda su vida cuando la obra o las circunstancias lo requisieron. Hacia el año 1925 –coincidente con la Exposición de Artes Decorativas en Paris- llegaron a España las nuevas ideas de la modernidad arquitectónica, el racionalismo, con la incorporación de nuevas tecnologías y procesos industriales en la construcción. Lastra fue el arquitecto local que asumió con mayor firmeza y convicción el compromiso con esta nueva arquitectura, incorporando a sus proyectos este movimiento, lo que pondrá fin a esta etapa inicial y significará el comienzo de la siguiente.
SEGUNDO PERIODO
Se puede establecer una segunda fase en su trayectoria, que transcurre desde el año 1925 hasta su salida de Santander en agosto de 1937 al exilio, en Francia. Corresponde a una etapa en la que su arquitectura se relaciona con las obras de vanguardia que se están realizando en Europa, que conoce a través de los escasos libros y revistas que le llegan a Santander y que constan en su biblioteca. A pesar de su residencia en una provincia alejada de los centros culturales españoles, no perdió el contacto con sus compañeros de estudios como fueron Rafael Bergamín, Luis Blanco Soler o Manuel Galíndez. Este proceso de adopción del movimiento moderno no produjo la ruptura abrupta con su obra anterior, sino que se realiza hibridando formalmente, de una manera paulatina y progresiva los diversos lenguajes: regionalista, clasicista y racionalista, con el resultado de una arquitectura de gran interés y singularidad, capaz de adaptarse al entorno y al paisaje. Esta evolución no es un mero cambio estilístico –un nuevo ropaje a añadir al variado repertorio, como algún crítico ha dicho-, sino que para Lastra está tramado sobre un soporte ideológico y un compromiso social –muy acorde al pensamiento republicano de la denominada generación del 25–, que representa fiel y honestamente el espíritu de su tiempo. En un periodo asombrosamente breve –alrededor de 10 años–, construye los edificios que conforman un importante conjunto patrimonial, por escaso y vanguardista, que representa los inicios de la arquitectura moderna en la región.
TERCER PERIODO
La tercera época en la que podemos clasificar su obra es la correspondiente a los 14 años que discurren entre su vuelta a Santander en abril de 1941 y su fallecimiento en abril de 1955. Una vez retomada con normalidad su actividad profesional, ya mediada la década de los años 40, desarrollará numerosos proyectos tanto en Santander como en la región. Sobre una manera de hacer derivada de toda su experiencia anterior, se superpone un estilismo historicista y académico, también trazado con el rigor y la elegancia que caracterizan toda su obra arquitectónica.
RASGOS DE SU OBRA
Deogracias M. Lastra trabajó a lo largo de su carrera en todas las escalas y tipologías, desde los muebles o las molduras, hasta las opiniones sobre la ciudad, barrios y trazados urbanos, edificios públicos, cines, hospitales, escuelas, viviendas, pabellones, etc. Fue un arquitecto muy dotado para la armonía y la proporción, lo que se aprecia en la composición de los volúmenes, en el orden de las fachadas o en la elegancia y delicadeza de sus molduras, independientemente de cuál fuese el estilo de sus obras. Tenía un gran dominio del ornamento, siempre proporcionado y elegante, que acompaña una rigurosa razón de ser constructiva, que maneja y cuida como elemento fundamental para componer las fachadas. Evoluciona desde unos elementos propios del repertorio regionalista, hasta los más geométricos y abstractos del movimiento cubista, siempre bajo un criterio personal que aparece como hilo conductor de sus proyectos.
Fue un gran dibujante, demostrando su capacidad desde joven, lo que posiblemente contribuyó a la recomendación que su maestro hiciera a su padre para que éste le enviase a estudiar Arquitectura. Sus hijos recuerdan que siempre tenía los lápices afilados, preparados para realizar el croquis de un proyecto o un apunte de lo que observaba.
PRESENCIA SOCIAL Y ACTIVIDAD POLÍTICA
Mantuvo una gran presencia social durante toda su vida. Desde abril de 1931, y durante todos los años de la II República, fue concejal del Ayuntamiento de Santander por el Partido Republicano Radical Socialista, ejerciendo temporalmente como alcalde en varias ocasiones. Durante ese periodo ejerció como interlocutor con Pedro Salinas en el nacimiento de la Universidad Internacional de Verano de Santander. En julio de1937 fue nombrado miembro de la Junta Delegada Provincial de Incautación, Protección y Conservación del Tesoro Artístico de Santander. Por su compromiso político tuvo que exiliarse a partir de agosto de 1937 en Francia junto a su familia –mujer, hijos y varios hermanos- hasta abril de 1941, en que pudo volver a Santander desde Marsella.
Fue firme defensor de la educación como herramienta con la que la sociedad avanza y progresa, tanto cultural como socialmente, entendida como el derecho al que todos los ciudadanos han de acceder, independientemente de su posición social o situación económica. Por ello, desarrolló una importante labor educativa y cultural en la ciudad y en la región, como queda de manifiesto en el impulso que le confirió al Ateneo Popular, del que fue Presidente a partir de 1928 hasta su final en 1937. Tuvo también una gran amistad con artistas, escritores o personalidades coetáneas, como Ricardo Bernardo, Daniel Alegre o Manuel Llano, quien le dedicará su libro Brañaflor: “A Mariano Lastra, entrañable amigo, enamorado de las cosas viejas de la Montaña”.
A pesar de no figurar formalmente en la denominada “Generación de 1925”-término creado por Carlos Flores en 1961 para reunir a los arquitectos vanguardistas titulados en la Escuela de Arquitectura de Madrid entre 1918 y 1925 que introdujeron el racionalismo en España-, Lastra pertenece, por su obra, pensamiento y año de titulación, plenamente al espíritu de dicho grupo. Fueron un conjunto de arquitectos que conociendo la arquitectura europea del momento intentaron una renovación paralela de la arquitectura española, y que al mismo tiempo apreciaban y conocían la arquitectura propia del lugar y de la tradición. Que Lastra no se encuentre en esta conocida publicación, pasando sus obras más desapercibidas, se debe en buena medida por situarse en una región periférica, fuera de los focos culturales de la época que estaban más centrados en las grandes ciudades españolas.
MARCO ARQUITECTÓNICO
La obra de Deogracias Mariano Lastra se enmarca plenamente dentro de las corrientes arquitectónicas que sucedieron en la primera mitad del siglo XX. Toda ella conforma un conjunto de gran calidad en el que se puede observar la evolución formal y estilística que se produce en el pensamiento arquitectónico a lo largo de ese periodo, acorde a lo que estaba ocurriendo en el resto de España y Europa. En todas las épocas por las que discurre su trabajo, proyecta y construye edificios e intervenciones que merecen ser valoradas y protegidas, tanto desde sus comienzos eclécticos y regionalistas hasta su etapa final, más académica e historicista. Pero singularmente, y a los efectos de su protección y conservación, debemos destacar las obras pertenecientes a sus años racionalistas, entre 1925 y 1937. Por diversos motivos, este periodo presenta una falta de reconocimiento que conlleva su mal estado de conservación o incluso su desaparición –en algún caso reciente, demolidos por parte de su propietario, la Administración Pública-. Se pueden encontrar varias causas: la falta de aprecio generalizado, por desconocimiento, de la arquitectura moderna, su progresiva degradación por la fragilidad de los materiales utilizados y/o de su falta de mantenimiento, lo sutil y delicado de sus composiciones a través del uso del color y de las superficies o, finalmente, la reducción ideológica de lo local y lo propio a un determinado estilo.
Por su innegable valor histórico y arquitectónico, inserto en tan breve lapso de tiempo, por la singularidad de la relación de algunas de sus obras entre el racionalismo y el regionalismo montañés -¡que solo se pudo producir aquí!-, y el escaso y limitado número de obras construidas y conservadas, son razones suficientes para que sean valoradas y consideradas como parte de nuestro Patrimonio arquitectónico, un legado que merece ser identificado, defendido y puesto en valor, por representar arquitectónicamente uno de los momentos esenciales de la historia cultural del siglo XX en nuestra región.